Costa Rica rompe tópicos de mi niñez. Cuando era pequeña siempre había dibujado las ranas verdes y en este país he visto ranas de todos los colores habidos y por haber, pero ninguna verde. ¿Loros? De dos tipos, rojos y verdes. Y las serpientes amarillas, negras, naranjas, azules y de todos los matices que a uno le pasen por la cabeza. Las vacas y los toros son blancos y tiene como una joroba tanto en su espalda como en su cuello, que cae hacia el suelo, recordando el imperativo de la fuerza de la gravedad.
Desde el pasado mes de mayo entró el invierno en Costa Rica. Aquí todo es diferente. ¿Cómo puede ser que en invierno haga más calor que en verano? Pues bien, para ellos la diferencia entre verano e invierno, es que en esta última estación llueve más. Para que os hagáis a la idea, en invierno hace más calor, por lo que se evaporiza más agua. Agua, que por la tarde el cielo descarga con tanta fuerza que parece que el mundo se vaya a caer encima. Y por la noche, pues refresca, y se agradece, pues el calor de la mañana te deja el cuerpo pegajoso.
¡Qué pena! Pues, aquí las hojas no caen en otoño y no existe la primavera de los enamorados. Aquí, los tópicos de infancia de una niña del Mediterráneo se rompen. Por suerte, las diferencias se sanan con el calorcito de la mañana y el solecito de cada día acariciando mi carita.
1 comentarios: on "Un invierno raro"
buah perra, moro d'enveja... lo que daría yo por un invierno raro y un lugar de colores invertidos...
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