Nicaragua, un paraíso desconsolador. El corazón a uno se le encoge cuando visita un país como Nicaragua, una ciudad como Managua o la gloriosa Granada. Los que resten impasibles delante esta situación es que realmente no tienen sentimientos.
La ciudad está tomada por los más pequeños quienes se las ingenian de todas las formas posibles para poder conseguir algo de dinero, algo de comer, algo de vestir. Los adultos, ya sin ilusiones ven la vida pasar y dejan transcurrir el tiempo.
Cuando uno va a Nicaragua puede ver niños cantando, bailando, haciendo hamacas, pulseras o collares, recogiendo periódicos, botellas o basura, realizando shows con cabezudos, haciendo dibujos, vendiendo golosinas y, finalmente, los más pobres de todos, pidiendo descalzos. Cuando uno pasea por Nicaragua tiene la sensación que es un país tirado por los más pequeños, donde la inocencia se le ha robada a cada chico que habita en él.
¿Por qué? ¿Es tan sólo cuestión de pobreza? A mí me da, que la situación de Nicaragua va más allá. En Nicaragua, en 1979, triunfó la Revolución Sandinista que finalizó en los noventa, cuando Violeta Chamorro, candidata de un partido de derechas, ganó las elecciones. Des de 2006, por eso, Daniel Ortega y los sandinistas ganaron las elecciones y son los que ahora dirigen el país.
La izquierda de todo el mundo se volcó en la Revolución Sandinista, los nicaragüenses se volcaron en una Revolución que prometía mucho para una sociedad pobre. Un buen amigo mío, periodista, que empezó trabajando en la Revolución me dijo: “El entusiasmo era tan grande que hasta Cortázar, muriéndose de cáncer de pulmón, viajó a Nicaragua para dar clases gratis”. Esta es la única Revolución que triunfó en Centroamérica y que triunfó heroicamente y con el asombro de muchos, pues David pudo expulsar a Goliat (Estados Unidos) del país.
Treinta años después, todos esos ideales se derrumbaron, al final, los sandinistas violaron todos los valores de la Revolución y se subieron al tren de la corrupción como sus antiguos antecesores.
Un joven nicaragüense me confesó que él votó a Daniel Ortega en 2006 esperando un giro total en el país y que se disminuyeran las diferencias sociales. Tres años después reconoció desilusionado que los sandinistas son igual de corruptos que los demás, tal vez un poco menos, pero corruptos.
Y eso, se ve en la cara de la gente adulta. Esa gente que luchó para que ganara la Revolución, para tener una vida mejor y que ahora ven como sus líderes se lo han robado todo y sus sueños de batalla se han esfumado como el rocío de la mañana. Por eso, ya no les queda ni fuerzas ni ganas de luchar.
Ahora, tal vez, lo único que le queda a Nicaragua es esperar, esperar que estos pequeños niños con trabajo y esfuerzo puedan construir un país en el que tal vez haya un poquito más de igualdad. Pues ahora mismo, los únicos que trabajan y con esperanzas de futuro mejor son esos cuerpos diminutos que cada día deambulan por la calle para encontrar una forma de sobrevivir y es que Nicaragua es el segundo país más pobre de Centroamérica y el tercero de Latinoamérica sólo superado por Haití y Honduras.
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